miércoles, 28 de febrero de 2007

Sinécdoque y consenso

La tradición retórica ha detectado siempre a la sinécdoque como uno de las principales figuras de la construcción del discurso. La sinécdoque es la expresión donde se toma "el todo por la parte" o "la parte por el todo", razón por la que se habla también de sinécdoque particularizante y sinécdoque generalizante, respectivamente.
Cuando en un periódico leemos la frase: "llegaron los cascos azules a ocupar la plaza" entendemos que se trata de soldados de la ONU, o cuando un norteamericano dice "ya estoy en América" para referirse a que ya se encuentra en Estados Unidos, entendemos que éste país está dentro de aquél continente y que se está tomando una cosa por otra. Esas son sinécdoques. Pero los ejemplos no han sido puestos sin intención. En ambos casos la comprensión de la sinédoque depende de que compartamos un universo cultural común, e incluso muchos se sienten ofendidos de que América valga por EU, sin embargo es una frase que casi todo mundo entiende.
Y es que lo interesante de la sinécdoque no es sólo su definción formal, sino el hecho de que su interpretación depende de un consenso, de una tópica compartida, incluso sirve para reafirmar, jugando con él, ese consenso, y ese es parte de su efecto: evidenciar la confianza en la comunidad que comparte unos significados. Decir que "pedí la mano de mi novia" es también consensar que "con su docilidad incluída". Toda sinécdoque lleva implicada una tópica histórica, de la que dependen las politicas de nuestro lenguaje.
El logotipo que muestro a continuación me ha sido útil en algunas clases pues está construído a base de sinécdoques, generalizantes y particularizantes. Y es que en efecto la presencia de los logotipos demuestran cómo el logos de nuestro tiempo es muy visual: Iberia por España, los colores amarillo y rojo por la Bandera, la forma de la cola del avión por el avión, la corona por la monarquía y la monarquía por España. Cinco sinécdoques en total, y vemos cómo entonces las figuras retóricas actúan también constitutivamente en el lenguaje visual, aqunque sea con un alto nivel de redundancia (que los logotipos más contemporáneos, por cierto, ya no tienen):

martes, 27 de febrero de 2007

Retórica de la discapacidad

Si hay un discurso donde la exclusión y la marginación se mantienen como incontestados gracias a la "falta de una tópica" que los reposicione, ese es el de la discapacidad.
Nuestro lenguaje visual, verbal, espacial y corporal parecen estar diseñados para focalizar la relación con las personas diferentes a partir de las características físicas, que una vez sustantivadas como el punto de referencia de la relación entre unas personas y otras, termina invariablemente por mantener una idea de dramatismo e inferioridad casi metafísica que es difícil superar para el sentido común. Desde niños vemos que los ciegos o las personas con silla de ruedas tienen destinado un lugar marginal, fuera de las tiendas o las iglesias solicitando ayuda. O bien campañas televisivas que parecen dignificar a las personas diferentes pero que al final muestran las deficiencias físicas como el señuelo para la "generosidad". Los enunciados que se ocupan de ellos terminan siempre pidiendo "ayuda", y como lo señalan los preceptos de la argumentación, cuando la premisa de base no se toca, la controversia no se resuelve, es decir, el problema sólo se posterga infinitamente, pues las personas discapacitadas lo que necesitan son derechos y no ayuda.
Estamos así frente a un problema claramente retórico: nuestra tópica sobre la discapacidad sólo contó con la percepción del problema desde el aspecto de la salud y la incompletud física, pero segregó los otros elementos -decisivos- que constituyen a toda persona, como la capacidad de organizarse, de pensar, de sentir, de emocionarse, de trabajar, etcétera. Ellen L. Barton, en su articulo “Textual Practices of Erasure” (Del libro Embodied Rhetoric, Disability in language and culture, Southern Illinois University Press, 2001) fundamentó está idea al estudiar los carteles que durante años se hicieron sobre la discapacidad haciendo ver sus enunciados no como composiciones visuales, elecciones tipográficas, etcétera, sino como prácticas textuales de borrado, ya que el argumento de esos carteles borró por mucho tiempo, a pesar de sus intenciones "benevolentes", la conciencia de las otras cosas que las personas referidas también son (haciendo entonces que nuestra relación con los discapacitados se redujera a la ayuda, unica dimensión postulada por el lenguaje para interactuar con ellos) Veamos un cartel que asume esa posición:

Será por ello que en la escuela de Diseño Gráfico recibimos un día una convocatoria de la ONU donde se decía "Por años hemos realizado concursos de cartel para el tema de la discapacidad. Muchos de esos carteles han sido plásticamente bien realizados, han ganado en bienales, han sido publicados en antologías, pero ninguno ha logrado cambiar la percepción del problema en el sentido en que lo desean las organizaciones que trabajan el tema" Y es que el problema es el argumento, las premisas que sirven de punto de partida. Han sido entonces investigaciones hechas desde la retórica de la comunicación las que a partir de los años noventa comenzaron a reposicionar el tema, abriendo el paso a una tópica que, por principio, comienza por hacer visible lo que por tanto tiempo se había borrado: las otras dimensiones de las personas diferentes. Hoy día, donde esos estudios se han realizado, como EU, Canadá, Alemania, España, podemos ver carteles como éste, donde se aprecia una clara reorientación argumentativa:


Será posible que en el futuro el tema de la comunicación de la discapacidad se constituya como un campo académico relevante, especialmente en los países latinoamericanos, donde el discurso y por tanto la acción acerca de las personas especiales se encuentra sumamente resagado. En ello la retórica ocupará sin duda un lugar preponderante, dada la importancia social fundamental de este y de otros temas.

lunes, 26 de febrero de 2007

Retórica y poesía

Si normalmente asumimos que la relación entre retórica y poesía se debe a que comparten sobre todo el uso de metáforas y figuras de sonido/sentido –lo cual, por cierto, no parece descabellado debido al prominente empleo que se hace de éstas en el lenguaje poético– lo cierto es que la retoricidad de la poesía se ubica también en la posición argumentativa de la invención frente a una situación histórico cultural determinada: la poesía hace un uso privilegiado de las figuras, procede a hablar de lo real a través de imágenes, de sensaciones acuñadas en el ritmo, el sonido, del discurso paralelo; los estructuralistas (Jackobson el primero) llamaron por ello función poética a aquella dimensión del lenguaje donde la propia sustancia física de los signos parece cobrar una especial relevancia más allá de los aspectos del sentido o de la referencia. Sin embargo la selección de imágenes y metáforas, enraizada en una necesidad de distribución o redistribución tópica, apunta también a dar posición en el universo de la imaginación –y por tanto también en las circunstancias de la polis- a recorridos interpretativos que postulan un diálogo específico de sujeto con su colectividad.
Veamos este problema por ejemplo en un poema de Octavio Paz, titulado "Viento, agua, piedra". En este texto observamos cómo tres elementos de la naturaleza se determinan mutuamente, en una especie de condición circular, mostrando que lo que por un lado parece ser una fuerza, por otro se desvanece al estar relacionado con sus opuestos. Paz condensó brillantemente esa idea, que por estar enraizada en la índole de los Elementos parece natural y universal, a través de cuatro cuartetos simétricos hechos a partir del verso octosílabo que sorprenden por su concisión formal:

Viento, agua, piedra
oooooooooa a Roger Caillois

o
El agua horada la piedra,
el viento dispersa el agua,
la piedra detiene al viento.
Agua, viento, piedra.
o
El viento esculpe la piedra,
la piedra es copa del agua,
el agua escapa y es viento.
Piedra, viento, agua.
o
El viento en sus giros canta,
el agua al andar murmura,
la piedra inmóvil se calla.
Viento, agua, piedra.
o
Uno es otro y es ninguno:
entre sus nombres vacíos
pasan y se desvanecenagua, piedra, viento.
ooooooooooOctavio Paz
oo
Pero Paz no está sólo hablando de la naturaleza. Su hallazgo formal y temático parte de una lectura filosófica del debate político y cultural, en los que él ve una circularidad de los opuestos y una imposibilidad de cambio, o una inutilidad de la dialéctica y por tanto una imposibilidad de la transformación. Tal argumento está presente no sólo en este texto sino que este tópico de la circularidad aparece en varios de sus poemas así como subyace también en la lógica de la mayoría de sus ensayos (como El laberinto de la soledad o Las trampas de la fe, texto éste último que aprovechaba la figura de Sor Juana para, de paso, decir casi explícitamente que México necesistaba al PRI irremediablemente). El poema "Viento, agua piedra" recuerda por ello la crítica que Jorge Aguilar Mora hiciera en 1978 respecto a circularidad filosófica que persiste en El Laberinto de la Soledad, donde, en palabras de Mora, “el pensamiento de Paz renuncia a la posibilidad de secuencia, suspendiéndose en el paradigma del presente eterno” (Aguilar Mora, Jorge. La divina pareja: Historia y mito en Octavio Paz. México: El Colegio de México, 1978, p. 17). Los signos de inmovilidad y de desactivación de la diferencia están presentes por ello en las propias palabras de Paz sobre su poética, como se ve por ejemplo en la reflexión que el autor hace sobre el valor de metáfora y la analogía en Los hijos del limo, donde ve a éstas como un “juego” que no incide en la identidad y la comprensión, haciendo que tales figuras se reduzcan pues a un mero artificio formal con las que ‘aprendemos’ a aceptar las diferencias y la hetorogeneidad (haciendo tolerable su existencia) pero donde la identidad no se afecta (sic). He aquí las palabras de Paz:

[...] es la metáfora en la que la alteridad se sueña unidad y la diferencia se proyecta ilusoriamente como identidad. Por la analogía el paisaje confuso de la pluralidad y la heterogeneidad se ordena y se vuelve inteligible; la analogía es la operación por medio de la que, gracias al juego de las semejanzas, aceptamos las diferencias. La analogía no suprime las diferencias: hace tolerable su existencia [...] La analogía dice que cada cosa es la metáfora de otra cosa, pero en la esfera de la identidad no hay metáforas: las diferencias se anulan en la unidad y la alteridad desaparece. (Los hijos del limo, Seix Barral, Barcelona 1974)
o
Es por ello que la crítica hacia Paz se volvió tan célebre como el propio poeta, y como señala Leonel Delgado Aburto, otro crítico nicaragüense, Paz es un ejemplo de la postura inmovilista que caracteriza a la mayoría de los intelectuales latinoamericanos. La problemática retórica de las imágenes poéticas abarca pues estos aspectos. Las metáforas no son sólo dispositivos formales para la estética formal sino que sus direcciones simbólicas acompañan intenciones de lectura, intenciones que no son sólo poéticas. La selección de las metáforas y sus cualidades son pues determinantes, son una agencia humana que lleva una intención y que implica un control de sus direcciones y sus consecuencias. Las diferencias y la heterogeneidad afectan la identidad. Por ejemplo, es cierto y es revelador observar que en efecto ‘la piedra es copa del agua’, pero por alguna razón no se muestran otras posibilidades, como que ‘el agua limpia la piedra o que la piedra aprisiona al agua’, lo cual también sería verosímil pero daría lugar a otras diferencias y heterogeneidades, que Paz trata aquí de anular. Darse cuenta de ello es primordial en el análisis retórico, pues la retórica es la disciplina que versa sobre la toma de decisiones y sus consecuencias para la polis.

domingo, 25 de febrero de 2007

Terry Eagleton y la estética



La Retórica inicide sobre el estilo y sobre la plasticidad de las nociones que empleamos en el lenguaje, pero la estética se ha encargado de desorientarnos haciéndonos pensar que la elaboración de lo artificial procede de la creatividad de los autores que con su sacudimiento psicológico construyen obras y que la sensibilidad o la percepción tienen un estatuto intrínsecamente relevante. La Retórica refuta a la estética diciendo que las obras contienen argumentos, que los agentes parten de tópicas específicas y que también intentan persuadir usando ciertos artificios que proceden de la imagen que se forman del auditorio a quien se dirigen. Terry Eagleton, en su libro "La estética como ideología" recorrió toda la historia de la fundación de la estética hasta la era posmoderna, demostrando cómo a lo largo del tiempo se construyó una falacia que sin embargo pasa inadvertida en las cúpulas académicas. Una reseña de ese libro, elaborada por José Luis Pardo, es la siguiente (ya que yo no encontré una mejor manera de decirlo):

Si la pregunta es por qué la estética -una disciplina a todas luces menor, tanto por el carácter suntuario de sus objetos como por el modo inferior de su conocimiento, incapaz de las certezas metódicamente contrastables de la ciencia teórica o de la universalidad de la razón práctica- se ha convertido en una especie de indiscutible "reina" (algo deshonrada, eso sí, por su confusión con la peluquería y la cosmética) con respecto al resto de las materias filosóficas que antaño la tuvieron por esclava y auxiliar y que hoy yacen en el arroyo del desprestigio, el olvido o el arcaísmo cultivado únicamente por eruditos cada vez más desmundanizados, rancios y atávicos (como la metafísica, la lógica, la epistemología o la ética); si la pregunta es por qué ella, entre todas sus antiguas dueñas o competidoras, conserva intacta en exclusiva su vigencia social, su presencia constante en la discusión pública, su capacidad de captar para sus investigaciones fondos estatales y privados cuantitativamente significativos, su posición de privilegio en los debates de actualidad y la fidelidad de una audiencia que una y otra vez la demanda y reclama como necesaria y aún imprescindible; si la pregunta es, sobre todo, por qué todas las cuestiones que hace sólo veinte años nos parecían inexcusablemente políticas, implicadas en decisiones colectivas que atravesaban las luchas sociales y los conflictos locales y mundiales, por qué todas las cuestiones en las que sentíamos vibrar con su grave latido el pulso de la historia y el peso de la economía política se han ido desplazando paulatinamente desde el terreno del entendimiento hacia el de la sensibilidad, desde el terreno de la discusión hacia el del gusto inapelable y sordo, entonces, la respuesta de Terry Eagleton es que la estética se ha convertido en la ideología de una época que presume de no tener ninguna, en el sustituto de la política para unas sociedades desencantadas de la política y que aspiran a poder pasar sin ella, en "el último bastión" en el que se refugia la ilusión de una dominación que, siendo más completa y asfixiante que nunca, tiene la misma necesidad que siempre de ocultarse a sí misma y a los demás su carácter de dominación" (José Luis Pardo, "El poder de la belleza", El País, Madrid, 07/10/2006)

Las pautas retóricas de una sociedad sofisticada

Es común que la tradición filosófica occidental desprecie la enseñanza de los sofistas y retóricos. Ellos descubrieron que el orden social y la naturaleza de las instituciones no habían sido creados por los dioses, sino que eran producto de las convenciones históricas. Dieron pauta así a la posibilidad de un constante cambio, que depende del desarrollo del lenguaje, la personalidad y del estilo. Demostraron que la verdad se construye, que la polis se moldea, que las creencias son producto de la argumentación y que el lenguaje es producto del contrato social. Procuraron así el desarrollo de la techné, es decir, de la enseñanza liberal que dota al sujeto de los elementos para deliberar por sí mismos sobre todo tipo de cuestiones, y percibieron las enormes consecuencias prácticas de su teoría.
Surge de ahí la sociedad sofisticada, es decir la que da aplicaciones prácticas al saber. La sofisticación, producto también de la democracia ateniense, es un concepto que proviene de los sofistas, y uno de sus productos fundamentales es la Retórica, el arte de la invención y la persuasión. El principio de este sistema de pensamiento consiste en advertir que los hombres no son seres racionales, sino que a menudo también son presas de sus emociones y sus deseos, que la contradicción los habita y que por definición el hombre es ese agente en constante deliberación consigo mismo y con los demás que no siempre es consistente, pues una cosa es lo que dice, otra lo que piensa y otra lo que hace. De ahí la necesidad imperante de erguir una propedéutica para la deliberación y la acción.
La sociedad tecnológica es uno de los productos contemporáneos de las tesis de los antiguos. La tecnología es la conquista del saber aplicado a la práctica, es el conocimiento de las técnicas con que se organiza lo real (el logos de la techné). Gorgias, Protágoras, Isócrates, Córax, Tisias, fudadores del modelo de la retórica postularon así los principios que rigen a la sociedad sofisticada: el principio de ambiguedad (pues en el mundo artifical las cosas no son como son por necesidad sino por convención, y si vemos la sociedad sofisticada observamos que las cosas no son nunca lo que parecen, sino son sólo lo que parecen) el principio de estructura (pues toda acción o toda institución establecen un esquema para funcionar, producto de las convenciones: por tanto pueden cambiar) el principio de control (ya que la polis se conduce de acuerdo a las estructuras existentes, que por definición no son necesarias sino posibles). Son retóricos entonces el organigrama de una institución, un programa de estudios, la estructura de una novela, la disposicion arquitectónica de un edificio, etcétera, y todos ellos proceden de lugares de pensamiento que una vez realizados conducen la acción.
Cinco máximas se desprenden de este pensamiento, y que refutan las máximas de la Filosofía. Pues ahí donde la Filosofía postula que las palabras son reales, que las imágenes son apariencias (y véase el constante ataque que se hace a las imágenes desde Platón hasta Giovanni Sartori), que la información es un bien ético, que el cambio es controlable y que la verdad es alcanzable, la Retórica plantea que las palabras son herramientas (y siempre metafóricas), que las imágenes son reales (pues en cuanto aparecen son ya un dato fenoménico de la realidad, y sólo se piensa en lo que aparece), que la información es poder, el cambio es invevitable y la verdad es relativa.
Tales son pues las pautas de nuestra sociedad sofisticada. Para una mayor comprensión de este tema véase el libro del que ha partido esta reflexión: Mark Backman, Sophistication. Rhetoric and the rise of self counsciousness, Ox Bow Press, Connecticut, 1991

sábado, 24 de febrero de 2007

El esquema pentiádico de Kenneth Burke


En su Gramática de los motivos, Keneth Burke postuló un modelo pentiádico que hoy día es considerado central en los análisis retóricos. ¿Qué es lo que está implicado en las acciones humanas?, se preguntaba Burke, y encontró que existe un sinergia entre cinco vectores que se pueden identificar para responder a esa cuestión retórica fundamental: primero, para entender los motivos de esas acciones tenemos un Acto (hechos concretos que han tenido lugar) después una Escena (el escenario del acto, la situación donde aquél ocurre); luego la persona o el tipo de persona que realiza el acto, esto es el Agente; el cuarto vector son los medios o instrumentos de que se ha valido para actuar, es decir, la Agencia, y finalmente el Propósito con el que ha actuado.
Este modelo de carácter universal intenta respaldar la retoricidad de todas las acciones humanas, y simplemente debemos aplicarlos a las diversas situaciones para comprender su índole retórica, ya que ninguna acción humana es como es necesariamente, sino sólo sucede como sucede en virtud de condiciones contingentes, históricas, particulares y cambiantes (La Retórica es la antífrasis de la filosofía). Para observar el poder de este modelo, sugiere Burke, después de identificar los vectores en una acción, preguntémonos ¿qué revela el acto sobre el agente? ¿qué revela el propósito sobre la agencia? ¿qué revela la escena sobre agente?, y así sucesivamente.
Un ejemplo clásico: Cervantes, un hidalgo español del siglo XVII (el agente), que había sido encarcelado en una época donde la Ilustración y el Racionalismo comenzaban a imponer el Absolutismo (la Escena) recurre a las tesis de Erasmo de Rotterdam vertidas en El Elogio de la locura -donde refutaba la ética política del racionalismo- (esta es la agencia) para hacer una narración donde se recuperan las costumbres del pueblo español y donde un loco parece más cuerdo que los cuerdos, esto es la novela de El Quijote (el acto) para mostrar a la clase política que lo había encarcelado que sus ideas eran falaces y que el público seguramente apreciaría más la locura (el propósito).
El esquema se puede aplicar a un edificio, un discurso político, un cartel, un poema o una cuchara, ya que la retoricidad de las situaciones está en todas las aventuras humanas. Practicarlo es conveniente para evitar los dogmatismos, que es otro de los propósitos de la Retórica.

Logos, Ethos, Pathos: el rol de la Metáfora.

Retórica en un anuncio. Qué sucede cuando una metáfora aparece en una argumentación? Aristóteles decía en su Retórica que el hombre no es un ser sólo racional, sino que obedece también a las emociones. De este modo, decía Aristóteles, para poder persuadir, un discurso debe apelar a tres dimensiones distintas en su adudiencia: el logos, el ethos y el pathos. Dicho en otras palabras, un argumento nos convence cuando sus premisas nos parecen racionales y convenientes (logos), cuando quien nos lo dice nos merece confianza (ethos) y cuando el argumento apela también a nuestras emociones (pathos).
Esta es una buena base para comprender porqué las metáforas son un excelente artificio para la persuasión, ya que ver una cosa en términos de otra hace posible no sólo asegurar las proposiciones, sino establecer comparaciones táctitas que expanden nuestro juicio y nos producen el placer de la plasticidad que pueden tener los contenidos.
El anuncio adjunto es un buen ejemplo: percibimos una máquina desbloqueando una carretera como una analogía de lo que el cereal All Bran hace con nuestro cuerpo: es decir se muestra el valor de la fibra (All Bran tiene alto contenido en fibra) ya que ésta ayuda a desbloquear el aparato digestivo, favoreciendo nuestra salud. La metáfora del anuncio ha resuelto bien la lógica argumentativa de las premisas (logos) pero la comparación también intenta hacernos sentir la eficiciencia (pathos: el cereal es tan efectivo como una máquina) y por otra parte tenemos a la marca Kellogg's, que parece ser un soporte confiable (ethos) ya que es una marca reconocida en la producción de cereales.
Podemos ver entonces el funcionamiento de las nociones aristotélicas en la práctica del diseño gráfico, aunque el modelo funcione también en el lenguaje escrito, el periodismo, el discurso político o académico, etc. Sirva pues un ejemplo para mostrar los conceptos.

Mapas argumentativos

La Retórica sostiene que cuando nos comunicamos con otros apelamos a conocimientos previos, con base a los cuales proferimos nuestros juicios esperando obtener credibilidad. La selección que hacemos de esos conocimientos previos depende de la audiencia a la que apelamos, es decir de sus creencias y valores. Stephen Toulmin diseñó un modelo esquemático para hacer mapas del funcionamiento del agumento:
Una exclamación como "Tienes una infección y por tanto debes tomar penicilina" es un argumento que parte de una base ("tienes una infección") y postula una conclusión ("debes tomar penicilina"), pero su credibidad depende de un garantía (la penicilina cura infecciones, por ejemplo) que a su vez se basa en un respaldo (pruebas de laboratorio, experiencia médica, etc.) condición que hace posible el uso del calificador ("por lo tanto") . Y el argumento puede tener tambien una refutacion ("a menos que seas alérgico", podría ser una).
Todos los argumentos parten de un esquema lógico de este tipo, donde la capacidad persuasiva depende de las premisas en que se funda y de su capacidad de vincularse a las creencias previas del público. Por ello una misma conclusión puede ser defendida o refutada desde diversos puntos de partida. El diagrama de Toulmin puede ayudarnos a esquematizar esta actividad en el momento de organizar la comunicación.
Por ejemplo yo puedo exhortar a alguien a adquirir un libro con distintos argumentos como:
"Este libro es barato, adquiérelo" (basado en una premisa cuantitativa)
"Este libro está muy bien escrito, adquiérelo" (basado en una premisa cualitativa)
"Este libro no volverás a verlo, adquiérelo" (basado en una premisa que remite al valor de lo único)
"Si no compras el libro te reprueban" (basado en una premisa que remite al criterio del mal menor)
Ud. puede hacer el esquema de Toulmin para explicitar en qué grantías y respaldos se basan esas frases, y calcular también las posibles refutaciones. Al hacer estos cálculos mentalmente, usted está aprendiendo a argumentar retóricamente.
Para información más detallada véase Toulmin, Stephen, An introduction to reasoning, Mc. Millan Publishing, Co. New York, 1978.

viernes, 23 de febrero de 2007

Cómo persuade un argumento?

La argumentación es una noción central en la teoría retórica. Al hacer una proposición al público podemos partir de premisas conocidas o postular nuevas premisas, dependiendo de las opiniones que querramos promover. En el cartel que se ve arriba, la revista The Paris Review anuncia su punto de vista sobre la literatura, y postula que a diferencia de lo que comúnmente se entiende por ella (palabras estéticas, arte del estilo, narraciones con imaginación, etcétera) la buena literatura es más bien la que trata de los problemas humanos no resueltos, y que es hecha desde esos puntos de vista para los que la colectividad no tiene todavía un lugar y por tanto una "tranquilidad". De este modo, en lugar de fotografiar plumas fuente, o de retratar libros elegantes o mostrar los rostros solemnes de los grandes escritores -con lentes en mano y gravedad de expresión- el diseñador debió aquí proponer otro argumento: "A los borrachos, a los locos, a los homosexuales, a los vagabundos, a los deformes: bienvenidos al mundo de la gran literatura", diría el cartel. Se trata por supuesto de una contraargumentación tácita a los lugares comunes del pensamiento sobre lo literario, y estamos hablando de una revista que en verdad afronta con mucha calidad los análisis de los textos. Si alguien piensa que esa premisa y ese argumento son exagerados basta con que leamos a Dostoyevsky, Faulkner, Cervantes para convencernos de que la literatura no es escribir bonito.
El ejemplo ha sido recuperado de mi libro, El diseño gráfico en el espacio social, Designio, México, 2005.

Retórica en una señal

Observa esta imagen. Pertenece al set de símbolos "universales" que se utilizan en los aeropuertos y lugares públicos. La pretensión de estos diseños es decirnos que la información es "clara y neutral", que puede leerse universalmente como "mostrador", donde un usario registra su maleta para tomar un vuelo. Las figuras humanas son las mismas que se usan para "baños" o "elevadores". Sin embargo observamos que por lo general la figura masculina significa "persona", y la figura de la mujer con falda aparece sólo cuando la diferenciación de género es relevante (por ejemplo en baños para mujeres/ baños para hombres). En esta imagen, donde alguien tiene que dar servicio a otro, el diseñador no tiene empacho en decir que "es la mujer la que sirve al hombre", y sucede así en todas las señales semejantes. El artificio retórico aquí consiste en hacer pasar semejante interpretación cultural como si fuera "neutral y objetiva", pero desde luego no lo es. Los análisis retóricos pueden así descubrir los lugares de pensamiento que se subyacen en nuestro lenguaje, en este caso en la visión de la mujer que la cultura occidental ha difundido como un tópico, que a fuerza de la costumbre parece irrefutable, pero que no lo es. No lo es.
Ejemplo recuperado del libro de Ellen Lupton, Design Writing Research, Phaidon, NY, 1996.